La Orden Negra by Óscar Herradón Ameal

La Orden Negra by Óscar Herradón Ameal

autor:Óscar Herradón Ameal [Herradón Ameal, Óscar]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia, Política, Sociología
editor: ePubLibre
publicado: 2011-06-01T00:00:00+00:00


La Atlántida: continente perdido, tierra prometida

Muy influido por el mito de la Atlántida, creía que su primordial escritura había sido precisamente inventada por los atlantes, los primeros nórdicos. El caso es que fuera o no fuera una escritura relacionada con el esquivo continente perdido, lo cierto es que el profesor estaba convencido de que sería capaz de descifrarla, desentrañando de esa manera los misterios «de la ancestral religión aria» que traían de cabeza a las SS.

En La aurora de la humanidad el erudito catalogaba y analizaba millares de símbolos rúnicos de diversas culturas del norte de Europa. Inspirándose en Alfred Wegener, padre de la deriva continental[65], ideó una nueva teoría pseudocientífica, la de la «deriva polar», según la cual el polo helado habría sido la cuna de los pueblos arios del norte; para comprobarlo, la Ahnenerbe enviaría diversas expediciones a las tierras más septentrionales, alguna de ellas encabezada por el propio Wirth. Siguiendo su investigación, los polos a la deriva y los continentes errantes acabaron con esa «raza ártica» perfecta, aunque algunos de sus miembros se habrían refugiado en remotos lugares aislados como la Atlántida, que tantos ríos de tinta ha hecho correr a lo largo de los siglos y que en la actualidad sigue acaparando la atención de investigadores de toda índole.

Tanto Wirth como Himmler, al igual que Rosenberg, estaban convencidos de que la Atlántida era un continente real, cuna de los antiguos arios, y que aún existían vestigios del mismo en el océano Atlántico, donde la raza nórdica habría evolucionado hace unos dos millones de años. El continente perdido de Wirth había ocupado en su momento de esplendor un territorio que se extendería desde Islandia hasta las Azores; asimismo, creía firmemente que en 1935 solo algunos fragmentos del mismo permanecían a flote tras milenios de fuerte actividad tectónica: las españolas Islas Canarias, que también fueron centro de la investigación de los guardias negros, y las islas de Cabo Verde.

Fue el filósofo griego Platón el primero en hablar de la Atlántida en sus diálogos Timeo y Critias, según él, una gigantesca isla de gran riqueza situada frente a las Columnas de Hércules (Gibraltar). Los atlantes, seres aparentemente dotados con poderes sobrenaturales, sus «puros» habitantes, tenían la intención de dominar el mundo —⁠como los propios nazis⁠— pero al parecer fueron vencidos por los atenienses hace nueve mil años, antes de que un gran cataclismo (quizá el Diluvio Universal del que habla la Biblia y que aparece una y otra vez en todas las culturas, bajo diferentes nombres) se tragara la isla, aunque se mantuviese algún fragmento a flote durante milenios.

La teoría de Herman Wirth, no obstante, no era totalmente original; el erudito había bebido de fuentes anteriores e incluso de los ariosofistas como Guido von List o Lanz von Liebenfels, que creía que la última Thule era precisamente la Atlántida. En el siglo XVII, según narra Rosa Sala Rose en su Diccionario de mitos y símbolos del nazismo, el historiador y científico sueco Olof Rudbeck había emplazado la esquiva Atlántida



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